La deuda pública del gobierno federal aumentó nominalmente en un 39.9 por ciento, alcanzando la asombrosa cifra de 11.6 billones de pesos en 2022.
Aunque la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador insista en que “no nos hemos endeudado”, que tiene “bajo control” el riesgo de la deuda pública, y las calificadoras de riesgo sean complacientes (como siempre) con tímidas evaluaciones, la realidad es que el gobierno de la “Cuarta Transformación” está endeudando al país y desajustando las finanzas para lograr terminar a tiempo las construcciones y puesta en operación de sus faraónicas obras.
El gasto público está desbocado: el derroche público ejerce el presupuesto más alto de la historia y se despilfarra además en gasto corriente, “apoyos sociales” (compra de votos) y ocurrencias presidenciales.
Los datos de la autoridad misma son elocuentes, al grado de que ya incluso medios como La Jornada, afines a la 4T, lo destacan en algunas notas recientes.
Todo esto se sabe, pero se lo digo porque en un informe reciente sobre los últimos cinco años, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) revela que la deuda pública del gobierno federal aumentó nominalmente en un 39.9 por ciento, alcanzando la asombrosa cifra de 11.6 billones de pesos en 2022, que equivale al 40.1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Claro, el alarmante crecimiento nominal de la deuda pública de México (que es el dinero que el Estado ha pedido prestado) está provocando preocupación entre algunos analistas financieros y expertos en economía, debido a los desafíos que le plantean a las finanzas nacionales de cara al futuro.
Súmele a ello que el costo financiero (el pago de intereses) de dicha deuda también experimentó un alza significativa del 55.3 por ciento, llegando ya a los 666,313 millones de pesos.
Es más, la Secretaría de Hacienda estima que el costo financiero de la deuda pública rebasará pronto el billón de pesos. Por supuesto que esto se traduce en una carga considerable para la economía mexicana, y en especial para los contribuyentes cautivos que, literalmente, la pagarán caro el próximo sexenio.
Uno de los factores que ha contribuido al crecimiento de los pasivos es la emisión de bonos.
Según la ASF, en 2022 se realizaron colocaciones de deuda interna y externa, así como préstamos al gobierno federal, por un monto total de 4.8 billones de pesos.
Así es como el gobierno de López Obrador ha llevado a México a convertirse en el país que emitió más deuda en América Latina durante ese período. Eso es lo que se lee incluso en un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Este aumento de la deuda se dio mientras también se acabaron el dinero de fideicomisos, desaparecieron dependencias y fueron hasta por el último centavo que se encontraron.
La situación es tan grave que un importante fondo que también secaron e intentan hacer recuperar para guardar las apariencias, es el “guardadito” denominado Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), que cerró 2022 con un saldo de 25,978 millones de pesos. Cuando López Obrador lo recibió había 279,770 mdp. Una caída bastante preocupante del 90 por ciento que, dicen, intentarán corregir.
La situación que le comento se agravó aún más tras la onerosa deuda que contrajo la administración de Lopez Obrador por la cancelación de la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de México.
El subsecretario de Transporte, Rogelio Jiménez Pons, ha confirmado al respecto que la autoridad federal está buscando alternativas para liquidar bonos emitidos por 4,200 millones de dólares, además de los intereses que generarán hasta 2047. Esto plantea un desafío adicional para el gobierno en términos de gestionar su deuda de manera efectiva, insisto, de cara a los años que vienen.
Sin duda, estas cifras de gasto, deuda y pago de intereses plantean interrogantes sobre la capacidad futura del gobierno para manejar eficientemente sus finanzas y reducir su deuda en un entorno de crecimiento económico incierto por una recesión global que tiene una probabilidad de 100 por ciento en los próximos años.
Claro, hoy quienes ven el árbol que tienen enfrente con un “superpeso” inflado artificialmente en burbuja, ignoran el bosque de la realidad peligrosa que viene.
La otra cara de la moneda
En contraste con lo que ocurre, no podemos ignorar que en medio de los riesgos económicos y financieros que enfrenta el país en la actualidad surge una oportunidad extraordinaria para los inversores inteligentes dispuestos a tomar previsiones a tiempo invirtiendo fuera del peso.
Es momento de deshacerse de todos los pesos que pueda pues recibe más por ellos hoy más valor de lo que recibirá jamás.
Si algo nos ha enseñado la historia es que, en momentos de crisis y desafíos económicos, los inversores audaces y bien informados pueden lograr resultados significativos. Por desgracia, la experiencia demuestra también que siempre es una pequeña minoría la que se beneficia mientras la gran mayoría lo pierde todo. Volverá a suceder.
FUENTE: Alto Nivel